“Acuérdate de mí, ¿vale? Existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés; no te olvides nunca”

martes, 15 de julio de 2008

Missing moments

Aún ando a tientas por las noches, descalza y buscando el manillar de la puerta de entrada para subir a mirar las estrellas. Y cuando llego arriba, tiemblo. Me acurruco entre mis brazos y el camisón blanco que me regalaste todavía echa de menos tus manos bailando con él. Quizá no quiero aprender a estar sin ti. Cuando estabas conmigo me negaba rotundamente a depender de alguien para vivir, aún sabiendo que siempre dependía de ti. Aún dependo, aunque ya no estés.
Por las mañanas bajo del apartamento y doy un paseo por la orilla de la playa, me gusta sentir el agua empapando mis pies y la arena fundirse entre mis dedos. Manu, el del garito cada día me pregunta cómo lo llevo, nunca sé qué responder. Menos mal que entiende mi silencio, o eso creo. Igual que tú, no había vez que no supieras entender mi silencio. A mí siempre me ha costado entender el motivo por el que callan las personas, quizá porque a veces no entiendo ni siquiera el mío.
En fin... qué jodido Iván. Qué jodido es luchar por algo y justo cuando estás a punto de conseguirlo se te escapa de las manos, y desapareces, sin más.
Dicen que las personas no mueren hasta que alguien deja de recordarlas. Pero... y aquél que muere, ¿qué? ¿Muere y eso es todo? El alma del que muere escucha a los que aún estamos con los pies en la tierra, y nos recuerda. ¿Tú me escuchas y recuerdas? Confío en que sí, o eso creeré.
Es una putada, ¿sabes? Una gran putada consentir que el tiempo nos mate. Deberíamos matarle nosotros a él, ¿verdad? Deberíamos agarrarle bien fuerte, ahogarle hasta dejarle sin aliento y decirle: Eh, tú, deja ya de hacer llorar cada vez que te llevas a alguien contigo. Es egoísta, muy egoísta.
Yo no sé si el tiempo existe o no, pero creo antes en él que en la Muerte. Sí, porque el tiempo nos vuelve a conceder vida después de la vida. Por eso nunca me gusta malgastar ni un segundo, para aprovechar esta vida al máximo. No sé si ésta es mi primera vida, la segunda o la tercera. Pero lo que está claro es que cuando muera ya no volveré a ser quien soy, ni viviré esta vida, sino otra. Por eso siempre me olvido de la gente normal, para no ir deprisa, sin respirar y sin sentir. Ellos no saben inspirar los segundos hasta expandirlos por los poros de su piel y hacer que el vello se erice. Y sé que eso es lo que realmente hace que cada día me sienta menos muerta por dentro.
Yo quiero ser el tiempo.
Mira el mar, ¿lo ves? ¿Puedes verlo? El mar sueña, late, siente. La luna siempre le hace soñar, nunca tiene pesadillas. Bueno, a veces creo que si, cuando algo dentro suyo se mueve y hace que forme olas de tantos metros y mate a personas. Nunca me han gustado los tsunamis. Los odio. Les tengo demasiado miedo, demasiado.
Mis noches son tsunamis, Iván. Ya no me acuerdo de lo que es soñar.

2 comentarios:

m a r i e dijo...

me gusta mcuho todo lo que escribes :)

Besos,
y lindo finde

G u i l l e r m i n a dijo...

YO TAMBIEN ODIO LA HOMOFOBIA CHE