Vega

La leyenda cuenta que Vega nació del sol y la luna, una noche oscura bañada en el crepúsculo. Su dulce y cálida piel era adornada por algún que otro lunar que su madre le dibujó dos semanas después de su nacimiento.

Le encantaba bailar entre las rosas y cuando lloraba se ahogaba en su propio reflejo.
Vega, la diosa de las palabras, hacía que todas las sonrisas gritaran y que las lágrimas bailaran. Fue la mujer más luchadora de los tiempos, la que convirtió las heridas en fuerza, la que transformó las huellas en orgullo contra cualquier hombre que se atreviera a arrancarle un gramo de voluntad o que, simplemente, fuera capaz de gritarle que sus sueños y objetivos eran utopías. Supo deshacerse del reloj, olvidó el tiempo, pregonó a los cuatro vientos que la justicia estaba en nosotros mismos y que la verdad no existía, solamente distintas formas de contar un suceso.

Una vez dijeron que Vega desapareció difusa entre el horizonte de sus sueños, nunca se supo si volvió. Lo único que algunos recuerdan fue haber visto su rostro difuminado en alguno de sus sueños susurrándole algún secreto para superar la jodida realidad.