Toco fondo. Tan fondo que me jodo las rodillas y mi desgarro sangra los dedos de mis manos. Pero esta vez no, NO voy a permanecer más tiempo aquí dentro. Voy a salir, sea como sea.
Llevaba tantos meses inmóvil que hasta me había olvidado de cómo se camina. Basta. Ahora si, SE ACABÓ. Se acabaron las absurdas lágrimas cargadas de culpabilidad y arrepentimiento. Se acabaron las mañanas sin levantarme de la cama lamentándome de estar estudiando algo que ni tan sólo me satisface como persona, pues es lo que elegí y lo que me toca hacer para alcanzar mis sueños. Se acabaron los gritos de dolor y rabia hacia quien no lo merece. Se acabó el gritar por no llorar.
Ahora voy a gritar por libertad, por felicidad y por VIDA. Si, por sentirme viva. Por sentirme afortunada de tener la vida que tengo; porque a veces, y sólo a veces, pienso que tampoco estoy tan mal.
Se acabó. ¿Entiendes? Ni una lágrima. Ni una jodida lágrima más voy a dedicarte.
Por empezar incluso he empezado por deshojar cada mañana el calendario, abrir la ventana y
dejar que la luz entre en mi habitación, mi trocito de vida. Me he deshecho del reloj y he guardado el tiempo en una caja con una etiqueta escrita en la que dice “NO TOCAR”. He extraído del baúl los buenos recuerdos y he guardado los malos para visitarlos de vez en cuando, y aprender de los errores que cometí antaño. He buscado entre las sábanas la fuerza que perdí en mi última derrota y la he cargado en mi corazón para que se vuelva un poquito más fuerte que ayer y menos que mañana. He pintado un sol en el cielo gris y he deseado con todas mis fuerzas que la lluvia moje mi cuerpo para poder sentir esa sensación de extrema felicidad que me prestan esas diminutas gotitas. He puesto melodía a mi vida, canciones que me llevan a donde quiero estar.
He paseado por la arena y he posado mi cuerpo sobre el puente que vive encima del mar, en una noche de cuarto creciente y estrellas que Barcelona por fin ha dejado brillar. He visto volar los aviones que jamás en mi vida tuve tiempo a contar.
Mi cuerpo se ha estremecido y la luna me ha enviado un mensaje mientras alguien me abrazaba y me cantaba al corazón. Hoy ha sido mi día. Hoy me han dado una señal.
Llevaba tantos meses inmóvil que hasta me había olvidado de cómo se camina. Basta. Ahora si, SE ACABÓ. Se acabaron las absurdas lágrimas cargadas de culpabilidad y arrepentimiento. Se acabaron las mañanas sin levantarme de la cama lamentándome de estar estudiando algo que ni tan sólo me satisface como persona, pues es lo que elegí y lo que me toca hacer para alcanzar mis sueños. Se acabaron los gritos de dolor y rabia hacia quien no lo merece. Se acabó el gritar por no llorar.
Ahora voy a gritar por libertad, por felicidad y por VIDA. Si, por sentirme viva. Por sentirme afortunada de tener la vida que tengo; porque a veces, y sólo a veces, pienso que tampoco estoy tan mal.
Se acabó. ¿Entiendes? Ni una lágrima. Ni una jodida lágrima más voy a dedicarte.
Por empezar incluso he empezado por deshojar cada mañana el calendario, abrir la ventana y

He paseado por la arena y he posado mi cuerpo sobre el puente que vive encima del mar, en una noche de cuarto creciente y estrellas que Barcelona por fin ha dejado brillar. He visto volar los aviones que jamás en mi vida tuve tiempo a contar.
Mi cuerpo se ha estremecido y la luna me ha enviado un mensaje mientras alguien me abrazaba y me cantaba al corazón. Hoy ha sido mi día. Hoy me han dado una señal.
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