
Había algo que no podía dejar de hacer: escuchar gritos, cada noche, que procedían del comedor.
Y entonces, ocurría cada madrugada que tiraba su vida entre lágrimas, subía a la azotea y se sentaba en el borde del edificio, medio cuerpo dentro y medio cuerpo fuera. Y observando la ciudad cercana al mar y las calles frías por el rugoso invierno recordaba los momentos felices de antaño, y sonriendo miraba la luna, deseando con todas sus fuerzas poder estar sobre ella en esos momentos y contemplar el mundo desde allí arriba, sentada. Entonces pensaba “eso si que es vida”.
1 comentario:
Bienvenida al balcón de la luna,donde todo es posible,aqui no pesa nada,ni las lágrimas,ni lo que pudo ser y no fué.
Solo hay que dejarse llevar y guiarte por un solo dedo,eres ingrávida,flexible,translúcida...
sonrie.
¿Te vienes? Somos muchos ya...tq.
http://www.fourmilab.ch/cgi-bin/Earth?imgsize=320&opt=-l&lat=41.7917&ns=North&lon=2.125&ew=West&alt=391275&img=learth.evif
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